martes, 15 de abril de 2014

Efecto invernadero y energías renovables

Nuestra atmósfera actúa como una cubierta protectora y transparente en torno a la Tierra que deja pasar la luz solar y retiene el calor. Sin ella, la radiación de onda corta procedente Sol rebotaría inmediatamente en la superficie terrestre y se perdería en el espacio. Este fenómeno se conoce como efecto invernadero. La tierra irradia el calor absorbido en forma de radiación infrarroja, que es retenida en su mayor parte por los gases de efecto invernadero, como consecuencia de lo cual aumenta la  temperatura.


La mayor parte de estos gases se generan de forma natural. Sin embargo, a partir de la revolución industrial del siglo XVIII, las sociedades humanas también los producen, y debido a ello sus concentraciones en la atmósfera son más elevadas actualmente. De esta manera se intensifica el efecto invernadero, ocasionando un aumento de las temperaturas en la Tierra: el cambio climático.

El principal gas de efecto invernadero generado por las actividades humanas es el dióxido de carbono (CO2), que representa el 75 % aproximadamente del total de emisiones de estos gases en el mundo. Se libera principalmente por las actividades industriales intensivas y la quema masiva de combustibles fósiles tales como el carbón, el petróleo o el gas natural. Los combustibles fósiles siguen siendo la fuente de energía más utilizada, ya que se queman para producir electricidad y calor y se usan como combustible en automóviles, buques y aviones.

Las energías renovables (energía eólica, solar, hidráulica, mareomotriz, geotérmica y biomasa) constituyen una alternativa esencial a los combustibles fósiles, ya que su uso permite reducir tanto las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la producción y del consumo de energía, así como también reducir la dependencia de la Unión Europea (UE) frente a las importaciones de combustibles fósiles).

Otros gases de efecto invernadero generados por las actividades humanas son el metano (CH4) y el óxido nitroso (NOX), que forman parte de los gases invisibles producidos por los vertederos, las explotaciones ganaderas, el cultivo del arroz y determinados métodos agrícolas de fertilización.

Forman también parte del conjunto de los gases de efecto invernadero el vapor de agua (H2O), el ozono estratosférico (O3) y los clorofluorocarbonos (CFC). Estos últimos son los únicos que no se producen de forma natural en la atmósfera sino que son productos sintéticos.

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